CABALLERO

DESPERTÉ AQUELLA MAÑANA CON LA SENSACIÓN DE QUE ESE SERÍA UN BUEN DÍA. ESA ESPECIE DE LIVIANDAD TAN ÚNICA, ME LEVANTÉ, ME DUCHÉ, TOMÉ MI CAFÉ CARGADO, TOMÉ EL BOLSO SALÍ DE CASA, MUY TRANQUILO, TOMÉ LA MICRO QUE POR LA HORA IBA PLÉTORA COMO TODOS LOS DÍAS, PAGUÉ. EN UNA ESQUINA SE SUBE UNA MUJER CON UNA NIÑA EN BRAZOS, NO CREO HAYA TENIDO MÁS DE SEIS MESES Y UN NIÑO DE UNOS 5 AÑOS QUIZÁS UN POCO MÁS.

COMO ACOSTUMBRO OCUPAR LOS ASIENTOS O IRME DE PIE DELANTE DE LA MICRO; AUNQUE TENGA LA OPORTUNIDAD DE LLEGAR AL FONDO, PESE A SABER QUE SI UNO TIENE LA OPORTUNIDAD DE CAMINAR HACIA ATRÁS, TIENE QUE HACERLO PARA QUE LA MICRO SE LLENE COMPLETAMENTE Y MUCHA MÁS GENTE PUEDA LLEGAR A SU DESTINO, SIN TENER QUE ESPERAR EL ÓMNIBUS POR UN TIEMPO PROLONGADO. DEJANDO DE LA ENSEÑANZA DE BUENAS COSTUMBRES A LA HORA DE VIAJAR EN EL TRANSPORTE PÚBLICO VUELVO A MI DÍA DE LIVIANDAD, QUE HACÍA QUE PRÁCTICAMENTE LE SONRIERA A QUIEN SE ME CRUZARA EN MI CAMINO. CUANDO LA MADRE Y LOS NIÑOS SE SUBEN, UN PERCATADO Y ATENTO PASAJERO LE CEDIÓ EL ASIENTO PARA COMODIDAD DE LA MUJER.

LA MICRO LLEVABA TODOS SUS ASIENTOS OCUPADOS. PASÓ LA MUJER POR MI ESPALDA CON UN POCO DE INCOMODIDAD Y LUEGO VINO EL TURNO DEL NIÑO, EL CUAL EDUCADAMENTE ME DIJO “PERMISO CABALLERO”… HASTA ESE PUNTO MI DÍA FUE BUENO.